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Mostrando entradas de 2009

Toques del pasado

Por fin conseguí tener internet en mi casa. EL ordenador era un poco lento y ni siquiera podía plantearme el tener ADSL, sino que más bien, debía conectarme a través del teléfono. Hoy algo impensable. Parece que es algo de antaño. Internet era la búsqueda de relaciones sociales, de poder conocer gente, de perder la timidez ante los chicos y abrir una puerta a la amistad. Y quien sabe, tal vez, al amor. Le conocí hace años. No recuerdo exactamente cuando fue. Sólo consigo recordar los sentimientos que me provocó, las conversaciones complejas que mantuvimos. Incluso, la picardía que pusimos en algunas de nuestras conversaciones. Ambos lo provocábamos. Nos unió la confianza, la amistad, la cobardía de llegar más allá; o, tal vez, el sentido común que nos hizo poner los límites ante algo improbable de realizar. Nuestra distancia era sólo geográfica, nunca fue física. Siempre sentí el respeto, el deseo, la pasión de provocarle, de hacerme indispensable para él. Hubo un tiempo que lo fui.

Debates interiores

Es el momento de echar la vista atrás y de hacer balance, como todos los años por esta época. Nunca me prometo nada a primeros de años, sobre que hacer o dejar de hacer. Más bien soy de la que se promete cosas cuando está próximo el verano, cuando empieza el curso, cuando la báscula me asusta o, lo que es peor aún, cuando descubro que una mujer cuarentona tiene mejor estado físico que yo a mis veinte y nueve años. Pero, siempre me falta esa voz que da la orden a mi cerebro y éste articula las acciones: fuerza de voluntad, lo llaman. Pero desconozco donde se esconde en mí, porque aún no ha aparecido. Toc Toc, ¿Quien es? ¡Tu fuerza de voluntad! Toda una incógnita para mí. Este nuevo año, como excepción, me voy a prometer (a mí misma, puesto que se trata de mi cuerpo) que a principios de enero me apuntaré al gimnasio. Pero llevo semanas debatiendo qué gym sería el mejor. ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de elegir un gimnasio? Cuando salgo de compras, sé lo que me gusta, la utilidad

Primero la evolución, después la perfección

Como se puede comprobar llevo meses sin mostrar ideas, aunque tampoco me puse a ello. Esperaba encontrar la idea, la inspiración, la perfección, pero acabo de darme cuenta que para llegar a conseguirla, primero hay que aprender y, por consiguiente, evolucionar. Por tanto, seguramente lo que aparezca a partir de ahora no sea bueno, pero será el comienzo de una evolución. Así por lo menos es como ha sido mi evolución en mi trabajo: comencé como becaria para acabar siendo funcionaria interina. No se preocupen, seguiré en la lucha, aunque el camino se muestra largo. En estos últimos meses, no he dispuesto de demasiado tiempo ni para mí, ni para mi ocio, aunque espero tener un año sabático en lo que a estudios se refiere y buscar en mi interior aquello que uno desea y que nunca tuvo fuerzas de hacer. (La falta de comas me recuerda a mis lecturas de Saramago). Confío en que mis letras no son sean tan caóticas, pero por supuesto no crean que es una comparación, simplemente una anotación. Co

Garabatos en el cielo

A mis treinta años rebusco en mi memoria perdida, sensaciones que una vez experimenté y que la madurez me arrebató. Cuando aún estaba el rocío acariciando el campo, pisar el césped con los pies desnudos. O tirarme en medio de cualquier rincón, a interpretar las nubes, como garabatos dibujados en el cielo por un artista local. Echábamos a volar la imaginación, deseando cual figura imaginaria. Sólo existía ese momento y el arco iris de sensaciones. Sensaciones que difícilmente ahora se pueden recuperar. Deberían avisarnos que las sensaciones aquellas que nos invadían al ser un crío, desaparecen con la madurez. No desaparecen pero golpean tan suavemente la pared que es difícil sentir su presencia. Han sido escondidas por otras más fuertes; aquéllas que son intrínsecas a la madurez. La responsabilidad, el trabajo, el estudio, la familia, el compromiso... Es hora de descalzarse y atrevernos a pisar el césped. Recuperar viejos recuerdos, viejos sentimientos, al fin y al cabo, viejas sensacio

No quería ser ella

Acostumbraba a ocultarse bajo unas grandes gafas, estilo años 70, para evitar que alguien se fijara en ella. No quería ser ella. No quería recordar a ella. Alta, guapa, inteligente, ambiciosa. Todo lo que deseara, ella lo tenía, pero no quería ser ella. Quería pasar desapercibida. Ocultarse bajo la sábana del anonimato. Con catorce años aprendió a ocultar su cuerpo, un cuerpo de mujer, voluptuoso, deseable para cualquiera, perfecto. Luchaba por huir de ella, y, sin embargo, se parecía tanto a ella. Su madre. Ella fue la primera que no pudo ver más allá de aquella belleza perfecta. No importaba la inteligencia, ni la fuerza, ni la lucha, sólo la perfección. No quería ser ella. La belleza desaparece. Se olvida. Ella quería cruzar la meta. Ser recordada por su trabajo, su amor, su ilusión. Cuanto le dolieron aquellas palabras: Era una belleza espectacular, con una gran sonrisa. No había más qué decir. Ésa era su madre. Palabras expresadas por un marido dolorido que pierde el bastón de su

Lluvias de verano

Cada día, al caer la tarde, se sentaba en su pequeña terraza. Sobre aquellas viejas sillas heredadas de su abuela, que el pasado verano intentó modernizar con una de esas técnicas de los programas de televisión para torpes. Le gustaba ver a sus vecinos, a los que nunca saludaba. Era como ser el sol viendo seres pequeñitos que mueve con sus hilos. Asomando un rayo, se despojan de su ropa. Una gota aplastada sobre el asfalto era suficiente para tener un mal día. Sin embargo, ella no era marioneta en manos de la naturaleza. Sentada en aquella terraza, vio con la tarde cambiaba su ánimo; de una alegre sonrisa se pasaba a miles de gota golpeando su cuerpo desnudo. Allí, sentada, permaneció, sintiendo el frescor. Ella pensaba que las lluvias veraniegas le daban libertad. Purificar su cuerpo de los excesos veraniegos y las noches sinrazón. El olor penetraba hacia el fondo de sus pulmones, cerrando los ojos se trasladaba a épocas de libertad. Sin dependencias tecnológicas, sólo ella y la hierb

Necesidad

Según la RAE, la palabra necesidad tiene los siguientes significados: 1. f. Carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida. 2. f. Falta continuada de alimento que hace desfallecer. 3. f. Especial riesgo o peligro que se padece, y en que se necesita pronto auxilio. Pero, el más interesante es: 2. f. Aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir. El ser humano es y será un ser social. No puedes esconderte, necesitarás expresarte, comunicarte. Necesidad de ser un ser social. Necesito expresar mis inquietudes. Necesito vencer mi silencio. Necesito romper mis barreras. Necesito más. Necesito contar. Necesito reír. Necesito seducir. Una necesidad tiende a ser algo básico para sobrevivir. Sin embargo, en la sociedad de hoy el término NECESIDAD está oculto bajo el CAPRICHO. Necesitamos cosas por puro placer y para la integración en un grupo social. Todos pertenecemos a un grupo, aunque éste sea el ANTIGRUPO, al antisoc

Pereza

Mi necesidad de expresarme, es mi pereza de leer. Leer esos apuntes que cada día me miran con necesidad de sacudirles el polvo. Pero, mi vista es más rápida que ellos, y casi ni nota su presencia. El problema de esto, no es el tema de estudio. Puede ser interesante, incluso divertido o apasionante. Pero ESTUDIAR, verbo preconcebido como acto tedioso, aburrido, sin interés. Echo la vista atrás para recordar mi relación con la lectura y con los libros. Se remonta años atrás (ya estoy en los veinte y muchos). Recuerdo mis clases de Lengua en el colegio. Todas las semanas, recuerdo que era viernes, íbamos a pasear a la parte trasera del patio de recreo. El profesor, vagamente recuerdo su nombre, y también director, en aquellos momentos, elegía al azar a uno de nosotros y tenías que hacer frente a los nervios, hablar de aquellas aventuras que habías descubierto a lo largo de la semana en unos pequeños libros, formato bolsillo. Eran libros peculiares, que cogías en la pequeña biblioteca de

Cuatro letras de pensamiento

Cuando empiezo a vaguear por la casa sin saber a qué aferrarme o cuando soy capaz de pasar media hora frente a la lavadora sin tener conciencia de mis pensamientos, es momento de meditar. Reflexionar. Una llamada dentro de mí clama salir al exterior. Todos queremos tener cinco minutos de gloria o que nuestra historia llegue al mundo. Por eso, hoy, 17 de mayo, estoy frente a ti. Intentaré que mis palabras suenen a gloria, aunque sólo sean entre tú y yo. Es mi historia. No es importante. Ni diferente. Ni más triste que cualquier otra. Pero sigue siendo mía. Hace algunos meses que mi pensamiento se ve invadido por pequeña nubes de ideas, que se agitan de un lado a otro, pero sin tener el valor de salir. Si en una entrevista de trabajo, me pidieran para describirme y tuviera la osadía de ser yo, de contar lo extraño y atípico que alberga en mi, diría: veinteañera, mileurista, solitaria (si no fuera por mi chico y por mi perrita), insegura, tal vez con ideas, pero sin atrevimiento a saca