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Mostrando entradas de febrero, 2013

Erase una vez (versión príncipes).....

Porque no creo que los buenos sean tan buenos ni los malos sean tan malos y aunque algunas hayamos dejado de ser princesas y que ellos nunca fueron príncipes, era merecida esta versión:             El sol caía para perderse tras la montaña, dando paso a una luna plena y a un cielo estrellado. Ideal para echarse en la hierba, en los pocos sitios de esta ciudad que aún se conserva, y encontrar a Andrómeda y a Sagitario. Pero, el frío se adentraba entre las costuras.             En el parking de un hipermercado cualquiera, no demasiado saturado, por tratarse de mediados de mes, esperaban apoyados sobre un Seat León,   rojo metalizado, dos chicos. El primero, rondaba los veinte y cinco. Pelo rapado al dos. Vaqueros con zapatillas informales y una camiseta blanca con el diseño de una pin-up muy sugerente. El otro lo llamó Encantador. Su compañero, conocido entre el grupo como Pri (debe avergonzarse de su verdadero nombre; seguro que le pusieron el del santo del día en cuestión)

Erase una vez............

Erase una vez un cuento de esos que no tienen final feliz. Tres jóvenes sentadas en la mesa de un bar. Madera cuadrada con un par de sillas, cada una de manera y color diferente; al otro lado, un cómodo banco acolchado, de color negro aterciopelado. La primera en llegar fue la que conocemos como Cenicienta. Pidió un cóctel de cava con algo que siempre olvidaba, pero que le daba un color azulado intenso que a ella le encantaba observar. Sin esperar a que le llegara su pedido se dirigió hacia el baño. Al salir, su falda larga, heredada de su madrastra y un viejo jersey de una de sus tan preciadas hermanas, habían desaparecido y ahora sus piernas vestían unas medias negras con tacones de siete centímetros que llegaban por encima de sus rodillas. La minifalda, era de gasa negra, y justo encima le acompañaba una seria camisa blanca, abotonada hasta el último suspiro. Cuando ella se acercó a la mesa, su copa ya estaba servida, y Blancanieves sonreía a los siete pretendientes que apar

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Ni tú pá mí, ni yo pá ti, pero ¿quieres que probemos si explotamos juntos?

Una habitación cualquiera. Cama sin hacer. Una pequeña luz anaranjada encendida en la mesilla de noche. La persiana a medio bajar. La noche ya ha caído. Montones de ropa se apelmazan sobre la silla que acompaña a la mesa de escritorio, inundada de apuntes de los últimos exámenes.  -¿Cuándo nos volveremos a ver?,  le pregunta él al reflejo de la mirada perdida que se funde con el silencio que ya invade la ciudad, un jueves cualquiera, a las dos de la mañana.  -No lo sé, responde ella sin dejar de mirar más allá de los cristales de la ventana, destapada de cualquier tela que los oculte del mundo. Cogió sus culotes morados y su sujetador y comenzó a vestir su cuerpo desnudo. Vaqueros y una sudadera negra fue su uniforme, pues lo interesante se ocultaba a los ojos de un simple observador. Sin embargo él, sentado en la cama, ya con el preservativo retirado, aunque aún con el pene erecto por culpa del cuerpo desnudo que se exhibía delante de él, observaba la pequeña cicatriz de su ho