Ir al contenido principal

Erase una vez............



Erase una vez un cuento de esos que no tienen final feliz. Tres jóvenes sentadas en la mesa de un bar. Madera cuadrada con un par de sillas, cada una de manera y color diferente; al otro lado, un cómodo banco acolchado, de color negro aterciopelado. La primera en llegar fue la que conocemos como Cenicienta. Pidió un cóctel de cava con algo que siempre olvidaba, pero que le daba un color azulado intenso que a ella le encantaba observar. Sin esperar a que le llegara su pedido se dirigió hacia el baño. Al salir, su falda larga, heredada de su madrastra y un viejo jersey de una de sus tan preciadas hermanas, habían desaparecido y ahora sus piernas vestían unas medias negras con tacones de siete centímetros que llegaban por encima de sus rodillas. La minifalda, era de gasa negra, y justo encima le acompañaba una seria camisa blanca, abotonada hasta el último suspiro.
Cuando ella se acercó a la mesa, su copa ya estaba servida, y Blancanieves sonreía a los siete pretendientes que aparecían justo allí donde ella estuviera. Parecían fotocopias de un mal molde que nunca nadie hubiera querido llegar a probar.
Y, por último, siempre tarde, llegó la Bella Durmiente, con cara de recién levantada de la siesta.
-No sé a quién se le ocurriría esto de bendecirme con la narcolepsia, bienaventurado autor, que ayer me quedé dormida en medio de un placentero beso, se quejó la Bella Durmiente.
-¿Todavía en la búsqueda del príncipe?, soltó Cenicienta al aire y las tres comenzaron a reír.
-¿Quiénes son esos?, preguntó retóricamente Blancanieves. Ah, sí, esos que suponen deben salvarnos de este mundo, como somos taaaaaaaaaaan frágiles, expresó ella irónicamente.
-¿No decían que vendrían a salvarnos?, demandó Cenicienta. Rubio, rubio, con ojos azules y un zapatito de cristal.
-Pues, puestos a pedir yo los prefiero morenos de ojos negros, pero ni por esas, oye, así que mientras tanto habrá que seguir buscando. Y, Blancanieves, echó una ojeada al local en busca de alguno interesante.
-¡Despierta, Bella Durmiente!, le sacudió Cenicienta. Ahí viene uno directamente a ti.
-Ése ha estado ya con tantas que ni se acuerda que el mes pasado lo hicimos en el baño de la nueva disco de Siempre Jamás.
-No le dejarías buen recuerdo, le dijo Cenicienta para picarla, a la par que le guiñaba un ojo.
-Buen recuerdo no me dejó él a mí, que ni ganas tengo de repetir y mira que desde entonces no he catado varón, puntualizó Bella Durmiente.
-Bienvenida al club, aunque tal vez sea mejor darte el pésame que tanta ausencia de varón ahoga el corazón, suspiró Blancanieves.
Y entre copas de alcohol, risas nocturnas y anécdotas de sábanas pasaron las horas muertas hasta las tres de la mañana. Y otra noche más el príncipe se perdió entre palabras ideales y sueños imposibles. 
-----------------
Éste ha sido uno de mis ejercicios del taller donde había que alterar un cuento clásico, pero como me dice el profesor, yo no soy de finales felices, ni de seguir lo que me dicen. 

Comentarios

  1. Me ha encantado, de principio a fin.
    ¡Lo mejor de todo es que ellas siguen siendo princesas! :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Bienvenida, Chica Huracán! Me encanta tu última frase. ;) Besos.

      Eliminar

Publicar un comentario

Confesó

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de