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Mostrando entradas de abril, 2010

Para cuánto da una cola en el KingAuto

Lánguidas miradas a través de motas de lluvia. Corazones inundados de salpicadas. Sonrisas dirigidas al infinito. Bastos gestos de cariño. Melenas tintadas de oscuridad. Pensamientos perdidos entre parques rotos. Luces de neón deslumbrando pasiones. Juego de coqueteos malintencionados. Besos intermitentes tras cristales empañados y miradas furtivas. Desconocidos a mí alrededor. Tiovivo de sentimientos y corazones encontrados. Todo esto pasó ayer por mi cabezita mientrás hacía cola en el KingAuto (desconozco si éste es su nombre real). Era tarde, llovía y ahí estaba yo, sola en mi coche, encendiendo y apagando los parábrisas (la lluvia era intermitente), preguntándome que pensamientos se estarían cruzando por todas aquellas jóvenes mentes, movidos por el ansia de la comida basura. ¿Qué se os pasa a vosotros por la mente en la cola del KingAuto o cualquier otra?

Control

La sensación de ayer era de pérdida, de no controlar lo que habitualmente es mío. Confusión. Descontrol. Malestar. Pero, hoy, hoy he podido respirar tranquila. El control ha llegado. Mi mente se ha establecido en la rutina diaria (bendita, en ciertos momentos). Por fin, a la niña de ojos marrones y gafas blancas le han devuelto su maltrecha Barbie. Menos mal, que las responsabilidades no han llegado tan castigadas por el paso de los días y de las diferentes manos fantasmas. Control.

Rabieta

Según avanzaba la mañana, la sensación de pérdida se abalanzaba sobre mí. Parecía que mi mente se había separado de mi cuerpo y había sido trasladada inconscientemente a aquel viejo patio de colegio: canastas, porterías, chavales regateando con la pelota. De repente, una pequeña niña de ojos morenos y gafas blanca de pasta (propias del momento; ahora salgo corriendo cada vez que me enseñan una) lloriqueaba porque el bruto de turno le había quitado su Barbie favorita (ésa a la que le ponía el mejor mini-vestido vaquero con taconazos). Así es. He acabado la mañana como si volviera a ser aquella niña pequeña a quien le quitan su juguete favorito en la hora del recreo. Lo reconozco, parezco una cría chica con una rabieta. Necesitaba sacarlo hacía fuera. Las malas energías es mejor no quedárselas para afrontar el mañana con aire renovado. ¡Qué estrés!

Fragilidad

El ritmo es demasiado rápido. Nos falta tiempo para parar, observar nuestro entorno y, tal vez, sólo tal vez, ser capaces de hacer autoanálisis. ¿Os habéis parado a pensar, habéis echado el freno de mano, y os habéis preguntando si habéis meditado cada paso importante de vuestro camino, o sólo le habéis dado la mano? He llegado a esta meditación cuando he sentido la fragilidad de la vida, de nuestro cuerpo, meras marionetas de un teatro del absurdo. La fragilidad es algo inherente a nosotros: fáciles de romper, de fracturar, de dañar. Subidas y bajadas en la noria de la vida. Todos debemos empezar subiéndonos, aunque algunos seamos incapaces de plasmar nuestra huella por miedo al tambaleo en las alturas. Tal vez sea el momento de intentar marcar el camino y no de ver cómo el camino es trazado por nuestro alrededor y por nuestras circunstancias. No podemos permitir que la fragilidad nos marque nuestro camino. Sin embargo, en ocasiones, todo se hunde y es difícil ver el claro al final