La sensación de ayer era de pérdida, de no controlar lo que habitualmente es mío. Confusión. Descontrol. Malestar. Pero, hoy, hoy he podido respirar tranquila. El control ha llegado. Mi mente se ha establecido en la rutina diaria (bendita, en ciertos momentos). Por fin, a la niña de ojos marrones y gafas blancas le han devuelto su maltrecha Barbie. Menos mal, que las responsabilidades no han llegado tan castigadas por el paso de los días y de las diferentes manos fantasmas. Control.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
Uf. Habitualmente yo necesito también esa sensación de control, sobre todo en mi entorno más cercano, donde me muevo día tras día... pero no siempre es posible controlarlo todo y también hay que aceptar eso, porque si no, cada vez que algo se escapa a ese control es un pequenyo caos, un aire que falta, aliento que se escapa... El control es bueno y a veces nos es necesario, pero que cuando llegue el caos, el descontrol, sepamos también llevarlo!
ResponderEliminarBienvenida, Gacela! Gracias por tu comentario. Para mí sería una locura intentar controlar todos los aspectos; creo que hay que dejar espacio para la sorpresa y la improvisación. Sin embargo, soy una persona que necesita el orden (sobre todo en el trabajo) porque sino me pierdo. Cuando escribí el comentario me encontraba perdida, seguramente porque estaba en un proceso de cambio físico. De todas formas, creo que es una sensación intermitente, dependiendo del estado de ánimo.
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