Y, de repente, para, se yergue y se
distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera
atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios
labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio
inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su
posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida
propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual.
Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su
cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura
de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose
entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento,
termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la
sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con
sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la pared del cuarto, cubierta
con viejos posters de grupos que ahora ya no existen, pero que reviven en la
melodía que llega desde el portátil, al otro lado de la puerta. Ella agarra
fuertemente el cabello de él, a la par que con cada embestida clava las uñas de
su mano derecha sobre su brazo. Le resulta seductor dejarle una marca para que
no la olvide, para que ansíe volver a poseerla, aunque es difícil distinguir
quien posee a quien. Él mantiene su pene erecto mientras la va embistiendo cada
vez más rápido hasta conseguir que ella consiga el primer orgasmo de la noche.
Su jadeo es señal de la meta conseguida. Se miran a los ojos. Se besan
ávidamente. Aún con el pene dentro de
ella, se trasladan a la cama, donde la deposita con delicadeza. La tiene a su
disposición. Un cuerpo desnudo que en ese momento parece tan frágil, pero que
al mirarla a los ojos choca con una personalidad arrasadora, provocativa,
caótica, sensual, irresistible para él. Ella no deja sus manos quietas, pues
desea la forma de los bíceps de él hasta tal punto que el sólo roce es capaz
de conseguir que el deseo florezca entre sus piernas. Por ello, a él no le
queda más remedio que atar sus manos con su propia camiseta, que hasta hace un
momento cubría su torso. Ella no se resiste. Sus manos quedan por encima de su
cabeza y él acaricia con las yemas de sus dedos la piel de sus brazos que va descendiendo con lentitud hasta llegar a la altura de los pechos que cubre con
las palmas de sus manos. Estos quedan ocultos cada vez que las manos se
posan sobre ellos y antes de retirarlas, él termina con un pequeño
pellizco, que provoca un gritito en la garganta de la joven. Él no la mira.
Continua su camino por el costado izquierdo y succiona donde reaparece el
hueso de la cadera para volver a subir y hacer lo mismo sobre la clavícula;
esto provoca que ella comience a moverse agitadamente, por lo que él continúa
su profundo beso de clavícula, hasta conseguir que ella roce el éxtasis sexual
de forma inusual. Le desata las manos. Ella se abalanza sobre él y éste deja
que su cuerpo sea manejado por el frágil cuerpo que intenta marcar su
superioridad física, sin demasiado éxito, sino fuera por la rendición por parte
de él. Después ambos se colocan de lado. El torso de él sobre la espalda de
ella. La pierna de ella ligeramente adelantada. El pene, ya preparado para
penetrar y correr, busca y encuentra a su compañera. Al principio va alternando
un ritmo lento con otro más rápido, y poco a poco, al ritmo de los gemidos de
ella, va aumentando las embestidas. La respiración se entrecorta. El pene
rígido y ansioso por descargar dentro de la calidez que emana el cuerpo de
ella. Cuerpos sudorosos. Palabras prohibidas susurradas al oído. La mano de él
gira su rostro y sus labios se besan apresuradamente mientras ambos alcanzan el
orgasmo. Primero, ella. Unos segundos después, llega él. Y justo cuando él
termina de correrse, ella contrae los músculos de su vagina provocando así que
la intensidad aumente.
Quedan así durante un breve momento;
minutos, tal vez. El tiempo no importa. Ellos quieren el aquí y el ahora, no
buscan el mañana. Y, cuando siente que los dedos de él buscan una caricia, sabe
que es el momento de adentrarse nuevamente en la oscuridad que reside en ella.
Excitante...
ResponderEliminarEspero que su excitación haya sido más extensa que su comentario. :P
EliminarNo sabemos si las palabras escritas son pura inspiración o pura fantasía...
EliminarSe supone que la inspiración la pongo yo y la fantasía deberías ponerla tú, pero podemos intercambiar papeles cuando quieras......
EliminarMe refiero a si te basas en tus experiencias o es pura verborrea..
Eliminar¿Cambiaría en algo la lectura?
EliminarSimple curiosidad, perdón si le incomoda..
EliminarTenemos que decidirnos, o nos tratamos de usted o de tú. No, no me incomoda. Creo que sería imposible inventar absolutamente todo, por lo que es necesario tomar de nuestra propia experiencia o mundo para crear. Ahora, el grado de lo reflejado sólo lo sé yo. De todas formas, no me ha contestado a la pregunta. ;)
EliminarNo cambiaría en nada, la lectura..
EliminarLo importante de la lectura es disfrutar con ella en tantos aspectos como la imaginación del lector esté dispuesta a ello. Si he conseguido eso contigo, para mí ya es satisfactorio.
EliminarSientase muy satisfecha.
EliminarMe he quedado sin palabras. Gracias.
EliminarSigua así. Bss
EliminarCon la primera parte me quedé en vilo...ya completo, genial! ;)
ResponderEliminarNo se puede dar todo de una sola vez. La insinuación es más provocador que la pura mostración en si.
EliminarMorbo, sensaualidad, atracción... Lo tiene todo.
ResponderEliminarEnhorabuena. Saludos.
Viniendo de alguien que disfruta del sexo en su más amplio sentido, tus palabras son todo un halago. ;)
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