Echó
las cartas sobre la mesa aún a pesar de intuir que en aquella jugada
podía perder algo más que unos corazones. Desde el otro lado, una
mirada desafiante le retaba entre medias sonrisas y el uso de
palabras que provocaban en ella la estimulación de algo más que el
intelecto.
No
esperaron
para comprobar quien ganaba aquella partida; ella ya imaginaba que
aquello estaba perdido incluso antes de haber comenzado. Las cartas
desparramadas por el suelo. Los cuerpos apoyados sobre una vieja mesa
camilla cuyos chirridos se entremezclaban
con los gemidos de satisfacción de ella. Allí no hubo palabras
dulces ni promesas incumplidas, sólo realidad absoluta que provocaba
en la joven mayor enganche al chico al cual lleva ansiando hacía ya
algún que otro sueño, aunque no por ello inocente.
Sus
cuerpos desnudos descansaban sólo lo necesario para que sus pieles
no se cogieran apego y nuevamente la mano del otro se perdía entre
las piernas correspondientes. Tal vez fueron una, dos, tres...es
difícil precisar las horas de la nocturnidad. Sin embargo, como
cualquier provocador, conoce tanto la puerta de entrada como la de
escapada. Ella, con una sonrisa inventada y unas caricias que ahora
ya le parecías prestadas, presenció la huida.
La
carta de corazones yacía rasgada debajo de una silla. Las lágrimas
borraron la jugada. El silencio volvió a su vida y la obsesión
controlada a su respirar. Él, en cada esquina. Él, en cada pitido. Él, en cada vibración. Sin embargo, él ya dejó de jugar.
Bien reflejado ese desamor, ese desapego, esa huida. Hasta que llega alguien que se queda :) Me ha recordado a mi entrada sobre leones y jirafas http://soldaditomarinero.com/se-busca-leon/
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