Te
deseo. Aquí. Ahora. Tus falanges erizando mi piel. Mi largo cuello
convertido en un mapa de tesoros orgásmicos para tus labios
carnosos. Tú pisas el acelerador mientras yo me apodero del freno.
Tus movimientos circulares bajan directos hacia mi clítoris,
ansiando aquello que tanto deseaba, pero que nunca poseyó. Mis yemas
prefieren memorizar cada recoveco, cada músculo, cada cicatriz de tu
cuerpo. Solo hay una oportunidad para poseerte, para poseernos. Una
opción para recordarte en la oscuridad de mis sábanas. Tu lengua ha
subido mis revoluciones. Mi mente marca tu espalda, tus brazos,
ligeramente tatuados. Desearía ser una parte más de ellos y
acariciarte cada noche, perdurando a la mañana siguiente.
Has
cambiado tu embrague de manual a automático, pero, a veces, resulta
más interesante ser de la vieja escuela. Las marchas de cambio
agradecen los movimientos de mi mano, adelante y atrás. Las caricias
en cada semáforo para absorber tu calor. Las revoluciones en cada
salida. Las paradas en cada frenada. Tu ritmo sanguíneo fluyendo a
mil por hora. Mi corazón alimentado de tu sexo, de mi belleza
reflejada en tus pupilas, de mis labios entre tus piernas.
Tu
mano ligeramente precipitando mi cola de caballo, extendiendo mi
cuello para friccionar nuestros labios en cada embestida. Pezones
mordisqueados, alternados entre dientes y dedos. Caricias suaves en
mis pechos. Mi dedo contra mis muslos. Tu cuerpo entre mis piernas.
Desconozco el calor de ahí fuera, pero aquí dentro hemos fusionado
nuestra propia sauna. Sudor. Olores. Cuerpos pegadizos entre sí.
Unas veces encajamos a la perfección. Otras, somos dos patosos en
sus primeras veces, pero no importa...nuestra imaginación y nuestros
cuerpos desvelan su intención.
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Confesó