-¡Llegas
tarde!, le dijo ella sostribada en la pared multicolor de la renovada
biblioteca cuando él pasaba a su altura.
.
¡¿Cómo?!, le pregunto él sorprendido por aquella interrupción de sus
pensamientos.
-
Todos los días a las 10.30 horas entras por esta puerta. Según mi reloj ya son
las once. Se quedó ella mirando directamente a sus grandes ojos verdes
aceituna.
-
Me empiezas a preocupar. ¿Me estás vigilando?
-
Desde hace un mes miro cómo centras tu mirada en los libros más raros nunca
vistos: latín, griego y cualquier otra lengua ya apenas hablada por unos pocos.
-
Será mejor que me vaya, dijo él mientras adelantaba su pierna izquierda.
-
¿No quieres saber quién soy?
-
No creo que nos conozcamos.
-
Si en vez de mirar el largo de mi falda durante los tres últimos meses, me
miraras a mí, me habrías reconocido, dijo ella sutilmente.
De repente, la cara de él comenzó a
desencajarse. Hacía tiempo que se había fijado en ella. Tenía una mirada muy
dulce, aunque su aspecto tendía a ser bastante agresivo. Solía ir de negro:
minifalda con vuelo, calcetines por encima de la rodilla y una camiseta de
algún grupo heavy del momento. La descubrió el pasado quince de mayo. Sus amigos
insistieron en descubrir nuevas áreas de diversión y acabaron en el bar heavy
de la zona. Allí, estaba ella, contoneando sus caderas al ritmo de la música, mientras
canturreaba la letra y echaba una partidilla al futbolín. Desde entonces no fue
capaz de quitar sus ojos de ella. Cada fin de semana arrastraba a sus colegas
hacia aquel rincón oscuro invadido por todo tipo de personajes: heavies reales,
pijitas que intentaban, sin demasiado éxito, formar parte de aquel mundo y
gente como Alex.
Durante
aquellos tres meses nunca la vio llegar demasiado lejos con un chico, lo que
hacía que la ilusión o la esperanza invadiera a Alex cada fin de semana.
Él es el típico chico que aparenta
todo lo contrario a lo que realmente es. Su vestimenta sería calificada entre
lo hiphopero y lo casual. Es lo suficientemente atractivo como para llamar la
atención de cualquier chica que palpite por un morenazo de ojos verdes y pelo
ligeramente caído sobre su cara. Acostumbraba a tapar su mirada entre mechones,
permitiéndole mirar sin llamar la atención de nadie. Ni si quiera de ella.
-
Creo que necesitas un poco de agua, le instó ella al verle con la mirada
perdida en mundos ajenos a aquel momento, a aquella situación. ¿Nos sentamos
allí?
Él aceptó sin mediar palabra y se dejo
llevar por ella hasta el parque más cercano que a esa hora estaba invadido por
madres y pequeñajos gritando a pleno pulmón para llamar la atención de sus progenitoras.
Una vez, allí, con la seguridad de
permanecer quieto, cogió el suficiente aire para poner en movimiento sus
pensamientos con la idea de transmitírselos a ella.
-
Lo siento. No pensé que te hubieras dado cuenta, dijo él sin dirigir su mirada
hacia ella, observando el vaivén de los columpios, donde dos críos se
impulsaban mutuamente intentando llegar a un mundo sólo de diversión, donde no
es necesario crecer.
-
No pasa nada, dijo ella sin importancia. Aunque me gustaría saber por qué nunca
te has acercado a mí. Tres meses es demasiado tiempo para mirar sin tomar otras
medidas. No parece que tengas demasiados problemas con las chicas.
-
Siempre hay una primera vez. Además, nunca pensé que entrara dentro de tu
"prototipo". Por cierto, ¿cómo sabías donde encontrarme?
-
Soy una chica de recursos.
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NOTA: Este texto fue escrito en el 2010 pero no había visto la luz. He conservado el nombre original que aparece en el texto.
Me ha resultado cómica la situación.
ResponderEliminar(y con ganas de saber cómo continúa)
muá.
jajaja muchas gracias. Nunca se sabe....
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