Sentada en el borde de la
cama, buscaba entre pensamientos de aquella fugaz noche, el porqué de aquella
ausencia. Sólo quedaba el olor de su cuerpo y las palabras susurradas a media
voz. Apenas tres horas antes, la habitación había sido su campo de batalla. La
casualidad quiso que se conocieran por primera vez en una barra de bar, donde
ella suplicaba por una pequeña dosis de azúcar. Él, escuchando su dulce voz,
osó a invadir un terreno que ahora ya no le pertenecía y le ofreció lo que ella
tanto ansiaba, como si fuera una drogata esperando su dosis diaria. Mientras
saboreaba los granillos de azúcar, sus ojos permanecieron cerrados,
concentrándose única y exclusivamente en aquella labor. Por su parte, él, como
quien vislumbra a un ser amado ya desaparecido a los pies de la cama, la
observa con detenimiento, como si ella fuera un imán y él una pieza metálica
que se siente atraída.
Cuando ella abre los ojos y se
fija en él, sus labios susurran su nombre, un nombre que nunca creyó poder
tocar, palpar, acariciar.
Dos miradas incrédulas,
penetrantes, temerosas se entrecruzan entre ellos dos. Los gestos se vuelven
torpes e inexpertos. Sin embargo, las mentes se liberan, se tranquilizan y
pronto recuerdan el pasado que hay formado entre ellos dos.
Al cerrarse las puertas del
ascensor, ambos se miran intentando descubrir los ocultos pensamientos del
otro. Ella, se acerca temerosa de obtener una negativa, pero él la agarra por
la cintura para terminar de atraerla hacia sí; se funden en un beso que dura
hasta la décima planta. La camisa de ella es desabrochada, quedando al
descubierto un sujetador blanco. Su camiseta ya descansa en el suelo, mientras
ella recorre sus pectorales con su lengua. Las puertas del ascensor se abren y
ellos salen comiéndose a besos hasta la puerta de su casa, la de ella. Al
cerrarse, él la sostriba en la misma, al mismo tiempo que hacer descender sus
braguitas por sus piernas. Allí, sin preliminares, él desea penetrarla. Las
rodillas de ella por su cintura; vestida sólo con los zapatos de salón y una
minifalda, la hace suya para siempre.
Ella, se pone de rodillas, y
saborea su potente miembro. Lengüetazos suaves; recorrido completo por el
glande hasta introducírselo poco a poco en la boca. Movimientos de boca y mano
al compás, intercalando la suavidad y la rapidez. Despacio. Despacio. Despacio.
Despacio. Rápido. Rápido. Despacio. Despacio. Despacio. Rápido. Rápido. Rápido.
Despacio. Despacio. Rápido. Rápido. Rápido. Rápido. Parar.
Él, extremadamente excitado,
la tira sobre la cama y la penetra por segunda vez, haciendo que con cada
embestida toque el placer, sólo unos segundos antes de que lo toque él. Ésta
sólo fue la primera batalla de aquella noche.
¿Volverás a llamar a mi puerta?, pregunta ella.
Obteniendo el silencio por respuesta.
Si fuistes buena, volveras...
ResponderEliminar¿Y qué significa para ti ser buena?
EliminarHay muchos aspectos en los que ser buena... adivina cual, supongo.
EliminarEstoy siendo buena según el criterio establecido aunque realmente no sé qué valor tiene ni para quien. Una curiosidad, nos conocemos?
EliminarSolo te conozco por las palabras que escribes.
EliminarPerdona, entonces; es que acostumbro a preguntar cuando tengo dudas. Gracias por leerme.
EliminarArdid, podías haberlo titulado "desaparecido en combate".
ResponderEliminarSi no llama él, ya llamaré yo.
(Veo más fácil que vuelva si fuiste mala)
Besos.
Jajaja
EliminarLo malo es que sólo piensa en él aunque la esperanza ya se perdió.....
Mala, buena, callar, hablar, distanciarse, actuar, impulsos......¿de qué sirven?
Disculpa que no comente pero ando muy liada con cambios en mi blog.
ResponderEliminarMira te dejo la nueva dirección del blog,
http://elviajeinacabadodeohma.blogspot.com.es/
Un abrazo.
Le echaré un vistazo durante las vacaciones porque esta semana con tanto curro es una locura. Gracias por pasarte. Besos.
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