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Los acordes de la guitarra
suenan de fondo. Él está sentado en el borde mirando al mar. Las olas
acarician las rocas con tanta suavidad que no se percatan que éstas las van
desgastando lentamente, como dos amantes que se aman en la oscuridad de la
noche. La llovizna empieza a llegar al suelo, pero él sigue impasible en su
lugar. Es como mirar una fotografía en blanco y negro, donde el protagonista
está de espaldas al objetivo. Mientras la observas te preguntas, ¿dónde estará
su mente?, ¿en quién estará pensando? Tienes el deseo de estar ahí, sentada, a
su lado, compartiendo ese momento, ese paisaje. Sentir como las gotas de lluvia
descienden por tu rostro cual lágrima de tristeza, porque fue ella quien tomó
aquella foto, aquella tarde de febrero. Una foto para su curso de fotografía,
la última foto que tendría de él. Un domingo cualquiera que se quedaría grabado
a hierro y fuego, a lluvia y silencio. Es paradójico lo fácil que es cruzar la
línea de la felicidad a la tristeza más absoluta, pensaba ella cuando su mente
conseguía vislumbrar un poco de lucidez.
Aquella tarde de domingo,
en aquel lugar frente al mar, con los pensamientos perdidos en el horizonte, él
le dijo adiós, sin motivo, sin razón, porque a veces el corazón no entiende de
motivos ni razones. Simplemente pasa. O como él le dijo en más de una ocasión
“nuestros caminos no deben cruzarse”. Ella, lloró aquella tarde; derramó
lágrimas frente aquel mar, lágrimas silenciosas. En su cabeza resonaba la
melodía de una canción que él le enseñó y que le prometió que algún día le
traduciría “Σου στέλνω μ' ένα γράμμα/του φεγγαριού τη
λάμα./Παρ' τη και χτύπα με μάνα μου, τρέλα μου/κι αν κλαίει η ψυχή σου, γέλα
μου”. Promesas ahora ya ahogadas en el pasado. Él tenía un futuro y ella sabía
que no debía estar en él. Ella no era conveniente para él. Y la distancia era
la única opción. Ahora, Grecia sólo estaría en la distancia de una vieja
fotografía en blanco y negro, con un chico moreno de espaldas al objetivo,
escondiendo sus pensamientos y volcando su mirada al mar.
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Nota: Texto escrito para mi taller de escritura e inspirado en la canción griega To Parapono/I Xenitia. He tomado prestada la fotografía que aquí describo que me fue entregada con otra finalidad; si al autor le incomoda o molesta, solo debe comunicarlo y el texto será retirado.
Wow, muy bien, aunq no veo la fotografia...impaciente, jeje... Bsos
ResponderEliminarLa fotografía solo está en mi mente; tendría que pedir permiso para publicarla. ;)
EliminarUna canción que contagia añoranza y tristeza como tu relato. Precioso.
ResponderEliminarTal vez algún día averigüe que esconden sus letras. Gracias por tus palabras. :)
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