Ir al contenido principal

Muñeca de trapo


Permanecía en un rincón olvidada, de cualquier casa que quieras imaginar. Desde la distancia, se veía un bonito vestido de algodón blanco, sin embargo, según te ibas acercando los circulitos amarillos eran más notables; sí, esos, que el color blanco va tornando cuando el paso de las horas y los días se van pegando unos tras otros. Tenía unas pequeñas marcas de mordisquitos, símbolo de que las ratas se habían cruzado en su camino y no había nada más apetitoso que roer, que una vieja muñeca tirada en alguna esquina. Ésas eran sus marcas, el paso del tiempo y los mordiscos que da la vida. Y, es que a veces, todos nos sentimos de usar y tirar. Pero, por favor, a mí por lo menos avísenme y tírenme al reciclaje que no está el mundo para contaminarlo más.

Comentarios

  1. mordiscos que da la vida, esa frase me ha encantado (:

    ResponderEliminar
  2. A mi los muñecos abandonados me dan más pena...

    ResponderEliminar
  3. Que bonita metáfora, me ha encantado, un besazo!!

    ResponderEliminar
  4. Holaaa Ardid!
    A ver que te parece esta idea:
    http://tresmariposasymedia.blogspot.com/2011/09/concurso-las-chicas-de-londres.html

    Si te gusta no dudes en difundirla ¿eh?
    Besos de purpurina, alicia.

    ResponderEliminar
  5. Me ha llegado adentro querida. Un placer leerte. Besos.

    ResponderEliminar
  6. Mejor que no te usen, que eso está fatal.

    Un gran beso.

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias a tod@s y me alegro de que os haya gustado.
    Le echaré un vistazo a tu propuesta, Srta. Alicia Alina.
    Beijinhos.

    ResponderEliminar
  8. Me ha gustado un montón.

    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Confesó

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de