Mika no era como las demás. Sus pequeños ojos oscurecidos, su pálida piel y su larga melena negra provocaban que todos se fijaran en ella. Sin embargo, ella se sentía como una pequeña pompa de jabón, tan frágil, tan fina, que hasta la mínima astilla podía romper. Le gustaba mirar sin ser vista, observar los gestos de la gente de su alrededor, sus emociones representadas por movimientos, por palabras no pronunciadas, pensamientos ocultos tras ojos grandes, pequeños, claros, oscuros. Ella sabía que todos escondían secretos; algunos pequeños pero otros, otros eran grandes secretos enterrados en la memoria por miedo a ser desvelados a la persona equivocada. Mika cogía su vieja cámara de fotos e intentaba atrapar los secretos, los miedos, las ilusiones de todos aquellos desconocidos. Ella pensaba que cada vez que inmortalizaba una cara, esa persona se desprendía de su secreto, pudiendo viajar más ligero por la vida, buscando nuevos secretos, buenos secretos, de esos que uno esconde pero en momentos de risas acaba revelando. Mika no se escondía, no guardaba secretos. No le gusta hablar de sí misma, de sus sentimientos, nunca llevó bien materializar con palabras lo que deambulaba por su cabecita. Siempre prefirió escribirlo, confesarse con aquel viejo cuaderno, así sus sentimientos parecían más reales. Aún hoy se esconde detrás de sus ojos castaños guardando verdades.
Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan
oh! me encanta :)
ResponderEliminarQue chica tan increible esa tal Mika :)