Mika no era como las demás. Sus pequeños ojos oscurecidos, su pálida piel y su larga melena negra provocaban que todos se fijaran en ella. Sin embargo, ella se sentía como una pequeña pompa de jabón, tan frágil, tan fina, que hasta la mínima astilla podía romper. Le gustaba mirar sin ser vista, observar los gestos de la gente de su alrededor, sus emociones representadas por movimientos, por palabras no pronunciadas, pensamientos ocultos tras ojos grandes, pequeños, claros, oscuros. Ella sabía que todos escondían secretos; algunos pequeños pero otros, otros eran grandes secretos enterrados en la memoria por miedo a ser desvelados a la persona equivocada. Mika cogía su vieja cámara de fotos e intentaba atrapar los secretos, los miedos, las ilusiones de todos aquellos desconocidos. Ella pensaba que cada vez que inmortalizaba una cara, esa persona se desprendía de su secreto, pudiendo viajar más ligero por la vida, buscando nuevos secretos, buenos secretos, de esos que uno esconde pero en momentos de risas acaba revelando. Mika no se escondía, no guardaba secretos. No le gusta hablar de sí misma, de sus sentimientos, nunca llevó bien materializar con palabras lo que deambulaba por su cabecita. Siempre prefirió escribirlo, confesarse con aquel viejo cuaderno, así sus sentimientos parecían más reales. Aún hoy se esconde detrás de sus ojos castaños guardando verdades.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
oh! me encanta :)
ResponderEliminarQue chica tan increible esa tal Mika :)