Echaba la vista atrás y recordaba aquellas tardes de batidos y compenetración. Ya sólo quedaba el humo de aquellos recuerdos. Habían desaparecido las confidencias, las miradas cómplices. Ahora sólo tenía las viejas experiencias de juventud vividas. Le dolía aquella pérdida, aquella complicidad de amistad entre adolescentes. Ahora se han convertido en dos conocidas donde prima la educación y lo correcto, pero ya no existe la amistad. Los años taparon de polvo los lazos entre las dos. Ya no hay tardes de compras ni de risas. Sólo queda el vacio. Ahora, busca tapar esa falta con una nueva amistad, díficil de crear sin aventuras de juventud vividas. Esperar que la vida le devuelva aquella vieja sensación escondida en el margen del recuerdo.
Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la
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Confesó