Sonaba el despertador. Su primer pensamiento era la báscula, si subía, si bajaba o si se mantenía. Pasó de niña a mujer. No reconocía su cuerpo frente al espejo. Donde antes había firmeza y delgadez, ahora acampaba celulitis y dimensiones desconocidas para ella. Donde antes había vacío, ya sólo se veían pechos firmes. Todo fue sin avisar. Ahora debía controlar aquellas necesidades que antes sólo eran comentarios vanos. Debía esquivar miradas lascivas de sus compañeros, de sus vecinos, de los transeúntes. Antes que ella pasaba desapercibida, ignorada por el mundo, vivía en su caparazón. Ahora, es una mujer sugerente, llamativa para el mundo. Cada noche analizaba su cuerpo y maldecía cada grasa acumulada en los rincones de su cuerpo. Pasó de niña a mujer. Ahora sólo le quedaba esperar, esperar hasta disfrutar de su cuerpo; conseguir mantener su imagen durante minutos frente al espejo.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
Comentarios
Publicar un comentario
Confesó