Ni
te duermo ni te fabrico.
Los
sueños ya no llaman a la puerta de la oportunidad,
aquella
que jamás existió pero que una dulce inocencia,
aún
persistente en mí, batía por creer que sí.
Luces
que ciegan de oscuridad, un pensamiento muerto de sentir.
Y el
olvido de habernos perdido sin haberlo pretendido.
Rebuscando
en esta basura literaria que nos alimenta
para
creer que mi sentimiento es diferente al tuyo.
Pero
ambos amamos y perdimos
sin
ni siquiera habernos desnudado para la batalla,
ésa
que se cierne cada amanecer sobre nosotros,
pero
que la realidad barre tras de sí.
Y no
pensar impide sentir.
Crear
una cadena de palabras que no importan a nadie,
probablemente
ni a mí.
Porque
esconderse en la ruta más fácil para este olvido.
No
cansa.
No
agota.
Sin
extenuación no hay estimulación.
El
eco resuena en un timbre demasiado alto
para
acallar unas lágrimas derramadas entre soledad y almohadones blancos.
Arañar
las paredes de este corazón ausente
es
lo único que arranca letras escondidas de miradas inexistentes.
Y,
dime, ¿cuán grandioso eres, amor,
que
huyes cuando se te ansia y
te
muestras si pronunciamos tu nombre bajo pseudónimos inmorales?
Comentarios
Publicar un comentario
Confesó