Ya
está aquí otra vez esta puta. Podría dejar de darme el coñazo de
una jodida vez. Ahora me obligará a levantarme, a beberme esa mierda
de café que hace y comerme unas galletas porque nunca tiene tiempo
para hacerme un desayuno en condiciones. Menuda suerte tiene de que
no pueda enseñarle cómo cojones tratar a un hombre. ¡Maldita la
hora que me dio este puto ictus! La muy zorra que pretendía
abandonarme, ¿quién coño se había creído que era ella? Que le
pego, dice. Mas tenía que haberle pegado para que aprendiera a
respetarme. Ella es la que me debe respeto a mí que para eso soy su
marido. Seguro que ahora aprovecha para tirarse a cualquiera, la muy
puta. ¡Qué suerte tiene que no me pueda mover de esta jodida silla!
Pero soy yo quién ríe el último. Ahora no podrá dejarme nunca,
sonrío mientras la miro, y me mira con extrañeza.
–Déjame,
coño, ya. ¡No necesito tu ayuda, joder!
–Como
quieras, pero o empiezas a tratarme con respeto o tendrás que
apañártelas tú solito.
–¿Dónde
crees que vas a ir? –me rio–. Eres el hazmereír del barrio. Yo
te aguanto por pena, porque no tienes dónde caerte muerta. Tenlo
claro.
Me
mira como si yo fuese una auténtica mierda y ella una señorona de
alto standing.
–Pedro,
he aguantado durante muchos años tus insultos, tus faltas de
respeto, tus golpes y lo hice porque te quería, pero, sabes, hace
mucho que dejé de hacerlo. Ahora solo me das pena. No tienes nada.
No tienes a nadie. Nunca has sido un hombre de verdad.
–¡Qué
sabrás tú de hombres de verdad! –le digo.
Ella
me mira, pero no sé vislumbrar cómo y continúa charlando sin
importarle si le presto o no atención.
–Solo
eres un pobre inseguro que necesita machacarme a mí para sentirse
importante. Siento mucho lo que te ha pasado, pero yo no tengo que
sacrificarme por ti porque no lo mereces. Te deseo...
–¿Crees
que voy a dejarte marchar así sin más, “so puta”? –le escupo
a la cara mis palabras–. Voy a hundirte hasta que no recuerdes ni
tu nombre. Prepárate, zorra.
Pero
ella ya estaba saliendo por la puerta con una pequeña maleta y sin
mirar atrás.
NOTA: Este relato participa en el concurso Historias de hombres (y algunas mujeres) convocado por Zenda Libros.
Comentarios
Publicar un comentario
Confesó