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Aquello que nunca seré

Por mucho que intente olvidarte solo imagino mis dedos recorriendo tu cuerpo, aún vestido, para tener el placer de ir desvistiéndote lentamente. Aflojar el nudo de tu corbata mientras te dirijo una mirada traviesa, desvelándote que utilices la tela a tu antojo. Deslizar la ropa a la vez que mis yemas recorren tu piel. Mordisquear tu labio inferior como permiso para adentrarme en tu boca. Mis dedos sienten cada contracción de tus músculos. Mi mirada capta la tensión de tu mandíbula cuando el quiero y el debo deciden lanzarse a la lucha. Permaneces desnudo a mi merced y mis labios besan cada rincón permitido de tu cuerpo. Me detengo en tu clavícula para extraer el néctar de tu excitación. Saboreo tus aureolas para terminar mordisqueando con maldad tus pezones hasta oírte gritar y ver cómo entrecierras los ojos. Recorro la línea alba con la punta de mi lengua hasta llegar a tu pubis. Tu cuerpo reacciona a cada caricia, cada beso, cada mordisco y tu pene solicita mi atención. Lo recorro con la palma de mi mano. Y mis labios desean ser penetrados por él, darle el calor del interior de mi boca, sentir la humedad de mi cuerpo, pero yo permanezco observándote y tus besos no se pierden en mi boca, ni tus manos recorren mis nalgas ni tu pensamiento gasta sus minutos en mí. Desde la distancia, soy una sombra con sus tacones de diez centímetros y una mirada perdida en el océano que nos separa. 

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