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Tal vez es lo que necesitábamos



-Felipe, ¿por qué no quedamos este fin de semana para conocernos?
-¿Ya? ¿Sin enviarme una foto primero ni nada?
-Sí, ¿por? ¿No quieres?
-No, no es eso. Pero...... no sé, me parece un poco extraño, le escribió él, mientras para si, le daba vueltas a este pensamiento en su cabeza. Estamos un poco lejos como para quedar para tomar un café y listo, por lo que deberíamos quedar para pasar una noche en algún punto intermedio. Y, sinceramente, tú juegas con ventaja, le dijo a ella.
-¿Y no te parece interesante el misterio?, le preguntó ella
-Prefiero jugar en igualdad de condiciones, sentenció él.
A la par que Luis mantenía esta conversación con su misteriosa amiga, su móvil no paraba de vibrar inquietamente. Al otro lado, se encontraba una relación apagada por la rutina. Su chica intentaba localizarle pero alegaba tener problemas con su nuevo Smartphone lo que no facultaba para una comunicación fluida entre ambos. Pero cuando él intentó recurrir al método de toda la vida, hacer una llamada, el receptor indicó no estar disponible.
-Bueno, pues……si no quieres conocerme……..no me ha servido para nada pedirme los días libres en el curro. Para la próxima habrá que esperar bastante tiempo, comentó ella tristemente, con un icono de una carita triste.
Él, suspiró para sí, durante unos breves segundos, los suficientes para poner en orden sus pensamientos y tomar una decisión.
-Vale.
-¿Vale qué?, preguntó ella.
-Nos encontraremos este fin de semana, escribió él, con cierta pesadumbre para sus adentros.
-¡Genial! Lo preparo y ya te aviso cuando esté cerrado.
-Ok, le escribió él. Te tengo que dejar que estoy haciendo unas cosillas del curro.
-Vale. Hasta pronto, guapo. ¡Ya tengo ganas de verte! 
     Estas frases fueron leídas por él, pero se desconectó breves segundos después. Se sentía apenado por esta situación que hubiera preferido que no se hubiese dado.
Conoció a Atrapadora hace seis meses a través de un chat y la conexión fue instantánea. Tal vez demasiado, fue lo que pensó él, y por eso investigó un poco hasta llegar a la conclusión de que la misma no era otra que su chica. Y ése fue el pálpito que le llevaba acompañando durante los últimos cinco meses. Por eso, esta quedada le entristecía enormemente porque suponía la pérdida silenciosa de a quien amaba. Y su decisión no era otra que permanecer ese fin de semana en casa, sin asistir a su cita, ahogando su pena entre frases de otros tiempos y sonidos de otros lares.
La cita tendría lugar el viernes, a las doce de la noche. Irene se puso su mejor vestido y aquella misma mañana había asistido a la peluquería. Pero no cogió el coche para hacer los supuestos cien kilómetros que le separaban de ese Felipe, sino que llamó a la puerta con la esperanza de que ésta fuera abierta y él tampoco hubiera asistido a su cita. Ella tuvo la corazonada de que quien estaba al otro lado era su chico dos semanas después de empezar a hablar con él, pero aquella acción etiquetada como prohibida estaba reanimando la vida de su relación, por lo que prefirió callar y continuar. Ahora frente aquella puerta, sólo deseaba que aquello no se hubiera vuelto contra ella. Cuando ya se había dado la vuelta, con la esperanza rota, y una botella de cava rosado en sus manos, sintió el roce de la puerta con el suelo de madera. Sus ojos se encontraron con la mirada desbordada de alegría y sin hacer mención a ello, ella le dijo:
-Pasaba por aquí y había pensado que lo mismo podríamos tomarnos esta botella juntos y picar algo……., insinuó.
-Mientras lo hagamos estando desnudos, sonrió él.
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NOTA: Esto es un ejercicio del Taller de Escritura, pero aún no ha tenido la revisión del profesor. 

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Confesó

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