Ir al contenido principal

Nacimiento

La tristeza se apoderó de mí. Me encontré sola en el interior de aquel tumulto, propio del primer día de rebajas en Bershka. Observaba cada paso que él daba, cada paso para alejarse de mí, de nosotros. Las gotas de lluvia caían levemente sobre su rojizo pelo, más largo de lo habitual. Sentí el sabor salado de mis lágrimas en mis labios. Tal vez no supe ver las señales o simplemente preferí obviarlas porque mi mundo sin él, no tenía motivo para existir. Sentí cada gota clavada en mi cuerpo semidesnudo, agradecí el frescor de aquella noche. Mis recuerdos quedaron congelados dentro mi nevera, tus recuerdos fueron depositados en la basura del olvido. Siempre me obligabas a reciclar; reciclé mi pasado en viejas cajas de zapatos; mis amistades fueron directamente a la basura porque creías que ya había pasado el momento de locas amistades, improvisadas noches en el parque relatando nuestras vidas, debatiendo las de otros. ¿Y el futuro? Me asegurabas que el futuro era nuestro, tuyo y mío. Que mi futuro anterior ya no tenía sentido, que a ti no te contemplaba. Tal vez debería haberlo guardado en la caja de los temas pendientes o simplemente de los olvidados, porque ahora podría levantar la tapa y elegir cuál era el que me apetecía.
Sólo me quedaste mis recuerdos, todo lo demás se fue contigo. Ahora, bajo la lluvia, te pregunto en mi pensamiento cual es mi siguiente paso, porque me olvidé de ser yo misma, me olvidé de mis propios recuerdos, de mis propias alegrías.
Nazco para convertirme en otra, en aquella que te olvidó, que superó tu corriente por mi vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de