Compartir la vida con otra persona te permite vivir grandes momentos de felicidad, sentir el pálpito de la alegría rozando tu mano. Pero, también te crea una responsabilidad constante por no defraudar a la otra persona. Sin embargo, es difícil mantener ese nivel de exigencia. Es difícil ser aquello que la otra persona busca. A veces no te das cuenta. A veces la inexactitud se apoderada de mí, las palabras toman dimensiones ocultas, y sin meditarlo se clavan como miles de agujas en el corazón de tu interlocutor.
No hay más que pedir perdón, agachar la mirada y esperar que el corazón perdone lo que a la mente le cuesta. Y, aquí, me encuentro en esa eterna espera, deseando que llegues como si nada hubiera acontecido, como si nunca te hubiera defraudado. Con una imitación de sonrisa, una mirada llena de amor principiante, dispuesto a todo, dispuesto a volver a arrancar la carrera de esta vida juntos. Porque es difícil no hacer una pequeña parada para tomar conciencia, para juntar nuestras manos, nuestras miradas y seguir el camino de esta vida, que juntos decidimos escribir.
No hay más que pedir perdón, agachar la mirada y esperar que el corazón perdone lo que a la mente le cuesta. Y, aquí, me encuentro en esa eterna espera, deseando que llegues como si nada hubiera acontecido, como si nunca te hubiera defraudado. Con una imitación de sonrisa, una mirada llena de amor principiante, dispuesto a todo, dispuesto a volver a arrancar la carrera de esta vida juntos. Porque es difícil no hacer una pequeña parada para tomar conciencia, para juntar nuestras manos, nuestras miradas y seguir el camino de esta vida, que juntos decidimos escribir.
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Confesó