Cuando
despierto tengo su boca entre mis piernas y me debato entre el enfado
por tener tal descaro o emitir un ligero gruñido mientras entrelazo
mis manos con su pelo. Y, sin darme cuenta, mi cuerpo ha elegido la
segunda opción cuando mi mente ni siquiera había empezado a
esgrimir los argumentos. Pequeños besos en los muslos, ligeramente
húmedos para dejar marcado el camino de vuelta a la cordura, pero se
tornan calientes cuando sus labios se posan con suavidad sobre mi
clítoris. Despliega su lengua entre mis labios. Recibe mi humedad
con una ligera sonrisa y la mueve arriba y abajo. Introduce la punta
dentro de mí tomando la temperatura de mi anatomía. A continuación,
con mi cuerpo a toda marcha, da pequeñas sacudidas en mi clítoris.
Alterna los círculos con rayas en diferentes sentidos. Según
aumenta su ritmo mi espalda se despega del colchón. Mis gemidos se
tornan tan sonoros que opto por tapar mi boca, pero en un movimiento
rápido siento mis muñecas atrapadas entre sus dedos al lado de mis
caderas. Los gemidos se van alternando según sus movimientos como
los sonidos de una orquesta. Mis labios le suplican que no pare.
Siento cómo el placer va invadiendo cada poro de mi cuerpo hasta
estallar en mi clítoris. De nuevo mi espalda toca tierra, pero ahora
soy invadida por su pene. Empieza lento, suave. Entradas y salidas de
prueba que me permiten una lubricación total para acabar con una
embestida salvaje, hasta los confines de mi cuerpo. Sus ojos
concentrados en los míos. Mis dientes muerden mi labio inferior como
símbolo de excitación y provocación. Quiero más. Más fuerte. Más
hondo. Más salvaje. Siento cada embestida. El choque de sus caderas
con las mías. Su brazo apoyado a la altura de mi pecho para no
caerse sobre mí. Nuestros sudores compartidos. Cuando ambos estamos
próximos al clímax, abro los ojos y veo el placer en las arrugas de
su cara, en la vena de su cuello. Y, de repente, sin mediar palabra
cubre mi cintura con su brazo, entrelaza nuestras piernas, me susurra
“dulces sueños” y cierra esos ojos que me han llevado al placer
en esta madrugada.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
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Confesó