-¿Por
qué desapareciste?, le preguntaba ella con curiosidad al desconocido que tenía
frente a sí, mientras le miraba por encima de sus gafas negras, porque ella se
había olvidado de volver a subírselas, demasiado inmersa en los dos ojos negros
que se habían depositado justo en frente de ella.
-Te
volviste demasiado curiosa, respondió él con total tranquilidad, mientras le
daba una calada a un cigarrillo. Unas facciones duras, marcadas. Una mirada
agresiva, pero unos ojos enigmáticos, cautivadores. Una tez dorada por los
rayos de un sol que se debió mostrar sólo para él.
-¿Y
por qué has aparecido?, le interrogó ella, con esa sonrisa tímida, que le
aparecía cuando los nervios le traicionaban.
-Ahora
el curioso soy yo, contestó con una sonrisa pícara y una sonrisa provocativa, a
la par que apagaba el cigarrillo contra la acera.
Fue
entonces, cuando ella empezó a controlar la situación. Los nervios fueron
desapareciendo. La provocación se adueñó de su mirada. Su pensamiento se
felicitó porque aquella mañana hubiera elegido una minifalda negra y una camisa
blanca, dejando a la vista una suave piel, aún blanquecina, intacta, pura,
reservada por el invierno.
-¿Y
qué es lo quiere saciar tu curiosidad?, le consultó ella, mientras mordía su
labio inferior intencionadamente y apoyaba su pierna derecha sobre la pared
para mostrarle su muslo.
Él
se debatía entre mirar las piernas de ella o cómo mordía suavemente el labio,
lo que empezaba a ponerle algo nervioso y su entrepierna empezaba a despertar
del letargo.
Ella
comprobó que él se encontraba demasiado ocupado observando su cuerpo, por lo
que se vio obligada a llamar su atención para atraerlo hasta aquel momento,
hasta ellos dos, hasta aquel encuentro de dos desconocidos.
-¿No
querías preguntarme algo?, le dirigió ella con una sonrisa en los labios. Pero,
puedes tomarte tu tiempo, no hay prisa, observa lo que quieras, le lanzo ella
con osadía pícara y una mirada de soslayo.
Él,
en vez de sentirse cohibido, lentamente recorrió el cuerpo de ella a través de
sus dos ojos negros, por cada una de sus curvas, como si fueran sus manos
quienes lo estuvieran recorriendo. Y al cruzarse sus miradas, la miró
profundamente y le dijo, casi en un susurro, a escasos centímetros de su
cuerpo: "mucho mejor de lo que imaginaba cuando te leía". Y
dulcemente, le depositó un beso en la mejilla, un beso inocente. Lo único
inocente que habría entre ellos, lo único inocente que obtendría la noche de
ellos dos juntos.
Veinte
minutos después, él la estaba follando contra la mesa del comedor, aún con la
minifalda puesta, y los botones de la camisa rota. Las cortinas corridas. Cada
gemido de ella, era un embiste más profundo de él. Sus manos en las caderas de
ella controlando cada movimiento. A veces, la cogía de su melena y tiraba de
ella hacía atrás cuando la polla la empujaba hacia adelante. Gemidos cada vez
más altos. Cachetes en las nalgas. Sacó su pene del cuerpo de ella y con un
gesto de petición silencioso, ella descendió de rodillas hasta que sus labios se
encontraron con la polla de él. La saboreó con su lengua a lo largo de todo su
esplendor. Acarició el glande con la punta de la misma, para acabar
introduciéndolo en su boca. Le dio todo su calor, su humedad. Y tan sólo, con
el uso de sus labios, introdujo completamente el pene hasta el fondo. Una y
otra y otra vez. Sentía el roce de los labios, el calor de su boca. Los
movimientos cada vez más intensos y rápidos. La respiración de él más agitada.
Pequeños jadeos emitía su garganta. Sus ojos cerrados de placer inmenso. Él,
una súplica para parar. Ella, una continuación de masturbación. Él, avisando
del alcance del clímax. Ella, esperando recibirlo. Siente el calor del cuerpo
de él como invade su boca y a continuación permite que descienda por su
garganta. Sabor agridulce. Él la coge al hombro y la lleva hasta una cama a medio
hacer. La deposita. Y en lateral, comienza a follarla sin parar, hasta que los
gemidos de ella son cada vez más fuertes. Su cuerpo, primero se tensiona,
después cuando alcanza el clímax se relaja. Sus uñas arañan los hombros de él.
Muerde sus labios mientras él le penetra. Y acaba suplicándole que pare, no
más.
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PD: Es un estilo un poco más agresivo de lo que
acostumbro pero hay que probar, a ver qué os parece. Dedicado a Thooor (él ya sabe quien es) que pedía un estilo más atrevido, y a F.B. que hacía mucho pedía una escena completa. Ya me diréis si lo he conseguido. ;)
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Confesó