Recorro con las
yemas de mis dedos desde el nacimiento de su pelo, el surco de su nariz, la
suavidad de sus labios, en cuya boca mis dedos se introducen dulcemente, la
geografía de su nuez; quiero que mis dos manos acaricien suavemente la forma de
sus músculos como si de calcar un mapa se tratase. Mis nalgas encima de sus
caderas. Mi cuerpo se yergue en su totalidad, mostrando una camiseta de algodón
negra, que apenas deja intuir unos pezones punzantes y un minúsculo tanga gris
ceniza. Mis ojos siempre expectantes en los suyos. Los labios buscándose
ávidamente los unos a los otros. Sus manos recogiendo salvajemente mi trasero.
Su pene clavándose entre mis piernas. Mi excitación bajando por mi piel. Su
cuello siendo comido por mi boca, por mis labios, dejando la huella de mi
presencia. Manos introducidas por debajo de mi camiseta, buscando el calor de
unos pechos tersos. Tanga encima de la mesilla. Mi cuerpo a cuatro patas,
mirando las estrellas que iluminan la madrugada, mientras en cada embestida me
hace subir del mundo. Sus manos en mis caderas. Empujones. Gritos. Excitación.
Sudor. Necesidad. No parar. Más. Y más. Media vuelta sobre la cama. Yo le
saboreo. Él me saborea. Lengua, manos, labios. Todos son herramientas del
placer que nos hacen explotar. Y mientras miro su cuerpo desnudo, lamo su pene
hasta parar lentamente y sentirlo dentro de mí. Embestida tras embestida. Su
cuerpo cubriéndome de placer, mientras al oído me susurra, buenas noches.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
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Confesó