Ir al contenido principal

Nosotros dos.


        Éramos dos extraños para simples mortales, en cambio infinidad de conexiones sentíamos entre nosotros. Sus facciones eran duras, incluso llegaban a ser agresivas, meramente suavizadas por dos almendras que se me antojaban por ojos, delicados y perfilados por una suave sombra verdosa. Mi tímida mirada estaba inquieta, luchando por no dejar de mirarlo, por mirarlo a cada instante, por ocultarme de su penetrante mirada. Sin más. Sin palabras. Se acercó lentamente hacia mí, hasta conseguir plasmar un sabroso beso en mis temerosos labios, con miedo de no ser aceptados por los suyos. De repente, el frío azotaba nuestros deseos. Sentí el frescor del atardecer rozando mi piel. Me sentí viva. Desperté dentro de ese sueño, dentro de él. Sus fornidos brazos abrazaron mi menudo cuerpo. Mi piel me provocó dolor, dolor por tenerlo tan cerca, por sentirlo dentro de mí. Allí, frente a frente, sin palabras sonoras, nuestros ojos increpaban lo que nosotros no nos atrevíamos a pedir. Besé sus labios pidiendo permiso para seguir por su cuerpo. Él me apartó el cabello para poder disfrutar del esplendor de mi fino y blanco cuello, delicado como la porcelana que mi madre recibió el día que se casó, con cuidado por no dañarla, con el deseo de volver a tenerla entre las manos una vez más. Sentí la dulzura de su cuerpo en cada beso impreso desde la oreja hasta el escote de mi camiseta. Sus manos ásperas por dedicarse a esculpir mi cuerpo en cada caricia. Mi camiseta nos miraba envidiosa por no pertenecer al juego, pero suplicante de que aquella vieja camiseta negra la cubriera completamente. Éramos dos cuerpos semidesnudos bailando en secreto al son de la música que se incorporaba por la ventana, amante de nuestros cuerpos. Tal vez no era la banda sonora de nuestras vidas, pero se me hizo acorde a nosotros dos, lo que él representaba y lo que yo creía esconder. Manos luchando por ser las primeras en descubrir nuevos territorios. Me sentía como una novia en la noche de bodas, deseosa y temerosa. Olvidé todas las veces que mi cuerpo había sido poseído por otro. Sentí vergüenza de que otros hubieran llegado antes que él. Me sentí virgen otra vez. Recorrí su torso desnudo, memorizando cada músculo, cada herida, deseando poder reproducirlo eternamente. Apenas cubiertos por la frágil ropa interior, negra para la ocasión. Misterio. Pasión. Descontrol. En mi cabeza todo trascurría lentamente, pero nuestros gestos, nuestros besos eran apresurados, como si fuera nuestra última noche antes de perdernos mutuamente. Como si la vida estuviera predestinada a separarnos y nosotros le estuviéramos robando los últimos suspiros. Sus besos acariciaron mis pezones. Mis labios besaron su esplendor. Cuerpos calientes, sudados, revolcándose entre las sábanas, escondiéndose del tiempo. Sin palabras. Sólo miradas, dulces, cariñosas miradas. Sus manos entrelazadas con las mías jugando a tener el control. No existía el seducido, ni la seductora, sólo éramos él y yo, nosotros. Simples, primarios, salvajes haciendo el amor, culminando nuestro encuentro, penetrados hasta gritar de dolor, dolor por ver el fin de nuestra pasión. Grité y grité. Sentí cómo él invadía mi cuerpo, como nos convertíamos en uno sólo, como formaba parte de él.
De repente, silencio. Dos cuerpos tumbados, uno frente al otro. Relajados. Temblor. Por segunda vez, sus labios lentamente se acercan a los míos dándoles ternura. Frescor. La noche nos arropa como a dos amantes novatos. El atardecer se esconde avergonzado, dando paso al anochecer. Seductora me dirigí a él para alabar su alma, su cuerpo, sus gestos, su pasión. Una sonrisa burlona me dedicó antes de decir: Éste ha sido nuestro primer anochecer, espero que te quedes en cada amanecer.

PD: He tardado en encontrar la inspiración y tal vez no he cogido la adecuada o la esperada. Sólo espero que os guste.

Comentarios

  1. Fantástico.
    Has conseguido capturarme con cada coma.
    Un Beso :)

    ResponderEliminar
  2. Me atrapo la pasion hasta puntos inimaginados. Electrizaste mi cuerpo y ahora ando gozoso de amar a mi mujer con aquella elegancia que supiste describir a la perfeccion.
    Un relato bien escrito (quiza sea la continuacion de textos anteriores. En todo caso, me gusta pensar que si)
    Por otro lado, si me lo permites, no esperes que la inspiracion toque tu puerta, anda tu por ella y cogela de las mechas. Hazle saber quien manda.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias. Me alegra de que os guste. Las entradas anteriores que han culminado con esta última entrada son: "Alma oscura", que creo recordar que ya leíste, "Seducción, seductor, seducida" y "Ella es Mika". Besos.

    ResponderEliminar
  4. Creo que he empezado la historia por el final pero sin duda voy a leer las entradas que mencionas en el anterior comentario porque esta me ha encantado.
    Te sigo ;)

    ResponderEliminar
  5. Es la primera vez que me paso...y me ha gustado mucho la entrada. Por lo cual, no importa si no es la justa inspiración...si lo que escribes sale de ti, es fantástico!

    Te dejo un saludo! nos estaremos leyendo seguido.
    Por cierto, es de algun "anime", "manga" o dibujo por el estilo en particular el del título de la entrada? me encanta...

    ResponderEliminar
  6. A mi desde luego que si que me ha gustado!! :)

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  7. Pues para no a ver encontrado la inspiración te ha quedado una historia fantastica y magistralmente descrita, has hecho que por un momento me sumerja en sus vidas :)

    ResponderEliminar
  8. creo que has calado genial a Cup, enserio! Yo te digo, que no escribas para que nos guste, escribe para ti, y nos encantará!!! :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Confesó

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de