Siento cada latido en mi cabeza. Sien izquierda. Sien derecha. Tic Tic Tic. El reloj del corazón. La tensión bloquea mi cuerpo. Mis hombros se mantienen estrictos. Mis pensamientos sienten la bruma que impide su visibilidad. Deberíamos tener una goma del tiempo, para poder borrar aquel día que metimos la pata o hablamos demasiado o aquella semana en que las circunstancia se complicaron, en que TODO salía al revés. Así, yo podría borrar los dos días de esta semana que a cada paso empiezan a liarse como viejas bolas de lana, donde nunca se consigue encontrar la punta. Lo peor es que la semana tiene siete días, y sólo han pasado dos. Alguien comentaba (sorry, no recuerdo en que blog lo he leído esta semana) cuan diferente es la concepción del tiempo; los buenos momentos son rápidos como los pestañeos y los malos acaban siendo eternos como una conferencia a la que nunca quisiste ir, pero necesitabas esos créditos, por lo que te pasas aquellas eternas horas enmarañando el cuaderno o "confeccionando" la lista de la compra.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
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Confesó