Quisiera poder plasmar aquello que me persigue, que lucha por salir de mis dedos, pero la mente bloquea los buenos pensamientos, aquellos que poseen fuerza, que trasmiten ideas. El miedo escénico, a éste otro lado de la pantalla, hace bombear a mi corazón, mis venas se convierten en charquitos de un día de lluvia primaveral y yo, yo no me atrevo a saltar sobre ellos por miedo a que la tez blanca de estos menudos pies se manche de alegría, de satisfacción. Todos tenemos nuestra parcelita del miedo, aquella donde vamos guardando las malas experiencias, los malos recuerdos, nuestras inseguridades personales creando un globo cada vez más inflado, pero que nunca llega a explotar. Los miedos son consecuencia de las inseguridades personales. O tal vez los consideréis una resistencia a la felicidad, a que aquello que deseamos pero que no nos atrevemos a mostrar, a que se haga realidad. Y, aquí estoy intentando con la aguja en la mano, pero sin acercarme al globo, por miedo a explotar.
Me hubiera gustado dejar algún texto, pero el día no ha sido muy bueno. La verdad es que hay días que sería mejor no levantarse. Os dejo por unos días. Voy a perderme entre playas y bosques, ruinas de otros tiempos, pasadizos a otros mundos, atardeceres con ojos a medio abrir y, tal vez, locuras de corazón. Espero volver con aires renovados, inspiración a borbotones y medias sonrisas sin descubrir. Besos a tod@s. Entrad en septiembre con recuerdos veraniegos y esperanza de próximas escapadas.
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Confesó