Su mejilla estaba posada tranquilamente
sobre la almohada, mientras un rebelde
mechón le cruzaba el rostro dejando oculta su mirada. Su figura se perfilaba
bajo unas sábanas de color púrpura intenso. Sólo un osado pulgar se atrevía a
asomar ante la soledad de la oscuridad. Un leve soplo de aire inexistente
remueve su melena y, de repente, una mano acaricia delicadamente su frágil
cuello, provocando un sutil escalofrío a lo largo de su mapa dérmico. Él
deposita sus carnosos labios sobre la descubierta mejilla convirtiéndolo en un
sabroso beso.
Desliza su mano por debajo de la camiseta, que apenas cubre
sus nalgas, dibujando cada línea, cada montículo de ese terreno aún por
descubrir. Siente la suavidad en las yemas de sus dedos. Su mano absorbe el
calor que guarda su cuerpo. Ella se mueve inquieta al sentir como esos cinceles
van perfilando las curvas de su anatomía. Cual esponja de mar rodea su pecho y lo
oculta tras su mano, acariciándolo, sintiendo los granos de arena que forman su
pezón debajo de sus dedos; pellizcándolo para provocar en ella un leve suspiro
que huye de su garganta. Levanta con ternura la camiseta, tantas veces usada
como camisón, y la punta de su lengua saborea, delicadamente, el pezón y va
aumentando la velocidad cual corredor de carreras próximo a su meta. Un pezón
provocador, osado, con la mirada hacia adelante. Ella se debate entre el deseo
y el autocontrol. Sin embargo, la mano de él continúa en su búsqueda de
terrenos calientes. El respirar agitado de él tropieza contra la nuca esbelta
y nacarada de ella. Su pene erguido, preparado para la batalla nocturna, protege el
reverso, mientras espera pacientemente su turno en la lucha. Él inicia de nuevo
el trayecto en los suaves labios de ella, humedeciendo ligeramente al
responsable que delimitará el camino. Los labios de ella. Su cuello. El escote
entre sus pechos. El piercing que esconde su ombligo. Las braguitas que él
comienza a retirar. Las ingles. La humedad que cubre sus labios. Él entrelaza
una de sus piernas con las de ella impidiendo la oscilación de ambos cuerpos.
La mano de él acariciando el clítoris. Una vez. Dos. Tres. La humedad
trasladada a sus dedos. Movimientos rápidos y lentos alternados
inesperadamente...Y, de repente, su pene invadiendo el cuerpo de ella.
Embistiéndola sin parar. Ella jadeando ruidosamente. Él suavizando el ritmo. Ella
suplicando más. Él acariciándola mientras admira su cuerpo. Él penetrándola
hasta el fondo. Él comiéndole la boca en la desesperación. Ella buscándole en la
necesidad de fundirse en un solo elemento. Ella agitada. Sudada. Caliente.
Excitada. Él. Él ya no está. Él nunca estuvo. Esta vez el sueño fue pura
realidad. Fue realidad follada.
Tú. ;)
ResponderEliminarEso ha llegado hondo. ;) Siempre es un placer tenerte por aquí, Nelly.
EliminarPara ser un sueño la descripción es vívida, abundante de detalles que invitan a soñar y al mismo tiempo se siente real como la vida misma.
ResponderEliminarMe ha encantado sobre todo por ese final tan heavy, simple y claro.
Esperando nuevas entradas ;)
Muchas gracias, niña, por el análisis. Siempre es bienvenido. Si la inspiración lo permite, las letras seguirán saliendo. ;)
EliminarCreas con el texto un clima de excitación y credibilidad sin perder la elegancia. En cuanto a la historia que se cuenta: ¿Realidad Follada?¿Él nunca estuvo? Pues no sabe lo que se ha perdido de, además, "haber estado".
ResponderEliminarBesos.
Gracias por tus palabras. ¿Cuántos "estarán" sin saberlo? Es lo bueno de los sueños. ;) Un placer tenerte aquí. xoxo
EliminarLa vida es sueño (dicen). Ojalá algún día esas ganas se materialicen.
ResponderEliminarTe mando un fuerte abrazo desde mi Siberia :)
Dicen que la realidad supera la ficción ;) Muchas gracias por pasarte.
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