Si ya me lo dijo mi madre:
"no esperes príncipes, que esos no existen", pero oye, que hoy en día
ni sapos hay quien encuentre. Nos hemos empeñado tanto en alcanzar la libertad
sentimental y sexual, que nos olvidamos de las normas básicas de cualquier
relación humana, y como principal está la comunicación. Y no voy a esa manía
que parece pertenecernos, en exclusividad, a las mujeres, de tener que
materializar verbalmente la mayor gilipollez, sino a una comunicación más
profunda que hará que la conexión sexual sea explosiva (shhhh, es un secreto).
Pero somos tan absurdos que nos conformamos con relaciones esporádicas donde el
orgasmo parece un viejo timbre y, tal vez tengas suerte y suene, pero como el
de enfrente no sea demasiado ducho, te habrás pasado tres meses en sequía para
ni siquiera rozar las telarañas. Así que volverás a calentarte con las miradas
furtivas que tú no paras de echarle al vecino de al lado, sobre el cual no
dejas de preguntarte cómo coño es posible estar tan buenorro estando casado y
siendo padre. Y llegarás a casa alcoholizada, tratando de olvidar un mal polvo,
con los tacones en la mano porque, como no, te han vuelto a hacer ampollas y
maldiciendo ese puto vestido negro que al comprar te dijiste: "éste, éste
será el vestido que seduzca al hombre de mi vida". Hazme caso, hay más
probabilidades de ligar con la ropa de tu madre, que con unos tacones.
Si
eres demasiado directa, malo. Si no lo eres, seguro que viene otra y te lo
quita. El problema no es que no sepamos lo que queremos, es que lo tenemos demasiado
claro. Esto parece que viene con la edad. Pero, sinceramente, me queda la duda
de si el género masculino lo sabe o no. O es que tal vez nuestros planetas son
los más raros que circulan por esta zona. Primero seamos pareja. Después,
amigos con derecho a roce. Alguien les debería explicar que le evolución normal
es al contrario y que una vez despiertos los sentimientos, no se les puede echar
el cierre y olvidarlos como si de un programa basura se tratase. Pero, vamos,
que si alguna tiene la suerte de evolucionar de amigo con derecho a roce a
pareja es porque se encuentra en la excepción. Sin embargo, hay que tener claro
que NO somos la excepción sino la regla. NO pasaremos de amigos con derecho a
roce a pareja. NO encontrarás a tu alma gemela frecuentando webs de
contactos. NO se acercará, te mirará a los ojos y estallará la conexión
como si os hubierais estando buscando toda la vida. Después del empacho y del
helado (por supuesto, a falta de algo más interesante, no puede faltar en el
frigorífico de cualquier mujer) nos quedamos con algún buen polvo de vez en
cuando, si tenemos suerte, pero siempre con la cama fría.
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Confesó