Se podría
decir que su actitud es comparable al chocolate; sabes, que no debes comerlo,
pero cuando quieres darte cuenta ha desaparecido media tableta entre tus labios
y ya sólo queda una pequeña mota de chocolate en tu rostro. Las marcas del
delito que todos tratamos de ocultar. Ella sabe que cuando pierde el control se
distancia cada vez más, pero no puede evitarlo, se le escapa de las manos, como
cuando tratas de retener el agua y ésta se acaba marchando entre tus dedos.
Pone una tirita tras otra y otra más, pero la herida no tiene tiempo de
curarse, porque lo que necesita es al aire fresco, no capas de excusas y
obviedades. Se siente una pequeña loca en su armario de latón buscándose entre
los espejos, pero hace tiempo que dejó de reflejarse en ellos. Ahora, sólo ve
un espectro de sí misma; las cuencas vacías penetran hasta el ser que un día
fue, que yace escondido en la quinta costilla del ayer. Y se pregunta, ¿dónde
está mi realidad? Debilidad, fragilidad, inseguridad, irracionalidad, locura.
De esta tarta sólo quedan las migajas y eso que el sabor era rancio y amargo.
En estos momentos podemos ver cómo sopla y sopla a velas que nunca existieron.
Una loca en su mundo tratando de aprender pero ha provocado que el mar borre
las huellas.
Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan
Habría que racionar el chocolate, probar un poco y aguantar hasta el próximo ataque de autodestrucción ;)
ResponderEliminarTotalmente cierto, Nelly, pero.......y lo que cuesta :P
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