Parte
extraída del diario privado de la víctima suicida del Mirador de la
ciudad.
Ahora, ya no estás y nada importa.
Intento reprimir estas palabras, guardarlas en lo más profundo de mi corazón,
pero gritan por una salida. Mis dedos comienzan a teclear tu nombre sin ni
quisiera darme cuenta. Escribo esto cuando ya te has ido, quien sabe hacia qué
lugar del olvido. Conmigo creabas un mundo donde sólo existía el ahora, sin un
pasado y sin preguntar un porqué. Tú no dabas explicaciones. Yo tampoco las busqué.
La corriente iba a favor de los dos y sólo nos dejamos llevar.
En la soledad de mi habitación, cuando
la noche se confunde con mis pensamientos, pienso que sólo fui un juguete
efímero porque como él, he quedado olvidada en un rincón, esa muñeca rota, sin
explicación. Ni siquiera me has expuesto en la cama, como a los peluches, que
guardas con cariño, o sobre la estantería porque aún era doloroso deshacerte de
mí.
Si me hubieras preguntado, o simplemente
si hubieras intentado escuchar más allá de mis palabras, te hubieras dado
cuenta que mis cartas estaban en blanco, dispuesta a dibujar en ellas lo que tú
hubieses indicado. Pero, fue más fácil abrir la puerta y no echar la vista
atrás. Buscar el pretexto en palabras que no escondían nada, tú que jugabas con
ellas a la huída y las mezclabas tan sutilmente que podía pasarme horas
escuchando las palabras que elegías. Pero a veces es más fácil no querer ser
consciente de las cosas.
Puede que yo esté perdiendo la
perspectiva, que el deseo por tu cuerpo me nuble la vista mientras mi dedo
recorre las palabras de tu espalda. Tal vez sólo fue una buena fantasía, que
acabó en unos cuantos buenos orgasmos, aunque sabes, yo, yo llegué a vislumbrar
algo un poquito más allá. Pero habrá sido sólo cosa mía.
Recupera tu mundo, porque yo ya no estaré en él
hasta que tú me busques.
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Confesó