Ir al contenido principal

Éste es mi lado



Parte extraída del diario privado de la víctima suicida del Mirador de la ciudad. 

Ahora, ya no estás y nada importa. Intento reprimir estas palabras, guardarlas en lo más profundo de mi corazón, pero gritan por una salida. Mis dedos comienzan a teclear tu nombre sin ni quisiera darme cuenta. Escribo esto cuando ya te has ido, quien sabe hacia qué lugar del olvido. Conmigo creabas un mundo donde sólo existía el ahora, sin un pasado y sin preguntar un porqué. Tú no dabas explicaciones. Yo tampoco las busqué. La corriente iba a favor de los dos y sólo nos dejamos llevar.

En la soledad de mi habitación, cuando la noche se confunde con mis pensamientos, pienso que sólo fui un juguete efímero porque como él, he quedado olvidada en un rincón, esa muñeca rota, sin explicación. Ni siquiera me has expuesto en la cama, como a los peluches, que guardas con cariño, o sobre la estantería porque aún era doloroso deshacerte de mí.

Si me hubieras preguntado, o simplemente si hubieras intentado escuchar más allá de mis palabras, te hubieras dado cuenta que mis cartas estaban en blanco, dispuesta a dibujar en ellas lo que tú hubieses indicado. Pero, fue más fácil abrir la puerta y no echar la vista atrás. Buscar el pretexto en palabras que no escondían nada, tú que jugabas con ellas a la huída y las mezclabas tan sutilmente que podía pasarme horas escuchando las palabras que elegías. Pero a veces es más fácil no querer ser consciente de las cosas.

Puede que yo esté perdiendo la perspectiva, que el deseo por tu cuerpo me nuble la vista mientras mi dedo recorre las palabras de tu espalda. Tal vez sólo fue una buena fantasía, que acabó en unos cuantos buenos orgasmos, aunque sabes, yo, yo llegué a vislumbrar algo un poquito más allá. Pero habrá sido sólo cosa mía.

     Recupera tu mundo, porque yo ya no estaré en él hasta que tú me busques.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de