Lágrimas secas
son derramadas por sus mejillas. La luz se está apagando como el quemar de una vela,
lenta y apaciguadamente hace ya algún tiempo. La oscuridad se filtra entre las
ramas de los árboles. Los verdes se tornan en una negrura plena, extensa,
infinita. Los moratones son el reflejo de los pequeños golpes internos que ha
sufrido el corazón. Pero ella acostumbra a arrancarse las postillas, buscando
entre el dolor el sentimiento que una vez vivió, que guarda su regreso. Aquel caballero le despertó de
un letargo que desconocía sentir. Evolucionó, aprendió, vivió, sintió. Y
después desapareció, a pesar de las promesas, de las palabras, sin explicación.
Sonidos vacios que van y vienen, retumbando en su mente. Ella se desgarra la
piel de su pasado con uñas inexistentes. Deambula con pies desnudos entre ramas
caídas, sin saber qué camino ha de elegir, pues la luz que un día encontró y
que ella busca con desesperación ha optado por apagar el interruptor. Pues,
entonces, ella se encuentra perdida en este caos de incertidumbre mientras él agradece su
amor. Sólo pide su regreso, que alumbre su oscuridad. Y ella se pregunta, ¿qué es lo que él querrá?
Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan
Umm muy interesante y bueno, quizás el quiere que aprenda todas esas cosas sola, sin necesidad de él. Besitos ^^
ResponderEliminarTotalmente posible. Muchas gracias por pasarte, Furia. Beijinhos.
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