Ir al contenido principal

¿Juegas al escondite?

Adriana se esconde cada noche detrás de una sutil sábana blanca transparente como si eso fuera suficiente para escapar de sí misma. Pero la máscara no es permanente, no es más que una fina capa de maquillaje que se corre con el sudor, las lágrimas o con simples gotas de lluvia, quedando ella sola, desnuda ante sí misma. Ella frente al espejo. Ella contra su reflejo. Ella afrontando su propia realidad, la tristeza de su vida, la soledad de su corazón.
A veces juega a probarse diferentes máscaras que esconde en una pequeña caja de zapatos en el segundo estante de su armario, al fondo, detrás de los zapatos negros de salón que nunca fallan para una cita. Dispone de una máscara de alegría permanente, echando de su lado, la negatividad. O la de la sonrisa bonita y seductora, que hace que todos se fijen en ella. Máscaras de quita y pon, que un día optó por comprar de oferta en el super de la esquina. 
Pero cada noche Adriana se sienta frente al espejo y con el rímel corrido por las lágrimas derramadas le confiesa las penas que guarda detrás de sus ojos.

Comentarios

  1. Las máscaras...son una mala vibración.es dificil a veces tener buena cara y mostrar lo que uno es..pero la vida es así..prefiero no llevarla..un beso desde
    Murcia.....seguimos..espero que te gusten mis fotos..sin máscaras...son de la vida misma...

    ResponderEliminar
  2. Por más máscaras que te pongas al final tienes que afrontar la realidad, por es mejor no usarlas, así no tienes que enfrentarte al impacto cuando estás sola. Genial expresado, un beso.

    ResponderEliminar
  3. Aunque nos pongamos máscaras,nuestro auténtico yo siempre estará ahí.Es mejor aceptar las cosas como son en lugar de ocultarlas,porque después será más difícil enfrentarse a la realidad.

    Bah,pensarás que soy una borde por no dejar ni un solo comentario.Si al menos hubiera leído las entradas,aún sin decir nada...pero ni eso.Y no porque yo no quiera,sino porque según Blogger tú no has actualizado.Menos mal que lo he visto por twitter,a partir de ahora estaré más atenta.

    ResponderEliminar
  4. ¿Cuántas máscaras estamos dispuestos a ponernos a lo largo de nuestra existencia?

    Muá.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por pasaros. Trataré de pasarme por los blogs aunque últimamente estoy un poco ausente. Beijinhos.

    ResponderEliminar
  6. Es una mierda las máscaras, yo no me pondré ninguna nunca, antes me voy a perderme en medio de la sierra.

    ResponderEliminar
  7. Uno se puede perder en plena Gran Vía, rodeado de cientos de personas. ;)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Confesó

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de