Ir al contenido principal

¿Me das calorcito?


      Ven aquí y acurrúcate a mi lado. No te pongas tan lejos que no siento el calor que emite tu piel. Me gusta cómo la suavidad de tu pecho contrasta con la aspereza de tus manos. No pongas tus pies sobre los míos, porque me arrebatan el calor que ya he conseguido, acurrucada debajo del nórdico durante algo más de cinco minutos. Tú me miras con ojos traviesos, reflejo del niño que un día fuiste y ,que me atrevería a decir, aún vive en ti. Eres puro contrate. Manos ardientes de pasión, pies que me azotan en la pura realidad. Ahora, no me atrevo a estirar mis infinitas piernas por miedo a perder esta calorcito tan apetitoso. Quiero sentir tu calor. Nos imagino como las dos únicas piezas de un puzle sin medidas ni imagen definidas. A veces somos dos adolescentes disfrutando de su primer amanecer juntos. Otras, una pareja reposada en el tiempo y lo compartido. La mayor parte, un paisaje sencillo, sin ostentación, salvaje, virgen del ser humano. Y, así, dulcemente, mi cuello reposa sobre tus fornidos brazos, cual pieza de cristal que debes mantener en equilibro para no fracturar en mil pedazos. Una noche más compartida. Una vida más con alma, la tuya y la mía.

Comentarios

  1. El calor de tu pareja es el mejor de todos :)
    un beso!

    ResponderEliminar
  2. Cuando mi chico está en casa, le suelo pedir que se meta él en la cama primero para que las sábanas y el edredón cojan calor, y luego ya entro yo, con la cama calentita... :-) Y ahora que no está, me las tengo que ver yo sola con el frío. Ains...

    ResponderEliminar
  3. Es una buena descripción del frio invierno... Enhorabuena!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Confesó

Entradas populares de este blog

Explotemos juntos en alguna ocasión (continuación de "Ni tú pá mi, ni yo pá ti")

Y, de repente, para, se yergue y se distancia de él unos escasos centímetros, que ni el silencio se hubiera atrevido a atravesar. Le mira directamente a los ojos. Ella roza sus propios labios con su lengua para terminar con un pequeño mordisco en el labio inferior, por la parte izquierda de éste. Él se mantiene inalterable en su posición, controlando su deseo por ella, aunque su entrepierna tenga vida propia y roce suavemente el muslo derecho de su enigmática compañera sexual. Ella se inclina sobre él y echa su cálido aliento sobre la fina piel de su cuello provocando que ésta se erice, para terminar con un lametón a la altura de la barbilla. Y sin que ambos se rocen, sus lenguas se acarician atrayéndose entre si para terminar en un apasionado beso, que aunque comienza lento, termina salvaje, ansioso, donde las manos invaden el cuerpo del otro. Él la sube a la altura de su cintura y la penetra fuerte, mientras ella le rodea con sus piernas y su espalda es ahora la que golpea la

Sueños de medianoche

Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan

¿Lo probamos?

-¡Chist, calla! -¿Pero esto no lo puedo utilizar? -No, eso tampoco. -Pues, no sé yo si me va a gustar, ¿eh? -Déjame a mí y verás como te gusta. Colócate ahí.  -¿Dónde pongo las manos? - Tus manos irán agarradas a este par de pañuelos negros. ¿Te aprietan? -No, así están bien. Lo has hecho para evitar que te toque. -No. -Ah, ¿no? ¿Y entonces por qué ha sido? -Para que tú no evites que deje de tocarte a ti. -Te aseguro que no vas a conseguir mucho sólo con un par de besos. -En ese caso, no te importará que también te ate por los tobillos, ¿verdad? -No conocía este lado tuyo, le dijo él con la mirada traviesa. Mientras ella cerraba el nudo del tobillo derecho, levantó su mirada hacia él y sin nombrar palabra, continuó con el tobillo izquierdo. -Ahora sí cumplirás la norma, sentenció ella. Sólo había una, la única era dar placer sólo a través de los labios. Estaba prohibido el uso de cualquier otra parte de