Cuando nos adentramos en nuestro primer mundo social, donde somos completos desconocidos, donde no sabemos si alguien se dignará o no a mirarnos, tenemos pies de cristal, no es necesario llamar demasiado la atención. Sin embargo, por dentro pedimos, NO, suplicamos que algunos de los allí presentes nos mire y nos sonría; parece que cuando hay una sonrisa de por medio todo desaparece, todo es más simple. La verdad es que no recuerdo cuando fue el día que conocí a mis viejas amigas, (después de haber sobrevivido a un colegio, a un instituto y a la universidad, tengo derecho a considerarlas "viejas amigas") aunque sí recuerdo el momento en que los lazos de unión comenzaron a desaparecer. Lo que antes era nuestro punto de unión, ya desapareció. Diferentes mundos, diferentes ciudades, en definitiva sentimientos diferentes. Echando la vista hacia atrás, me replanteo algunas amistades, porque cuando miro, veo que somos totalmente diferentes; letras contra ciencias, nunca nada fue más contrario. Tal vez por eso la distancia sea más llevadera, si nunca hubo punto de unión porque nos íbamos a mantener pegadas. Ahora toca adentrarse en otro mundo social, pero nunca fui partidaria de las grandes aglomeraciones. Era más fácil crear lazos cuando se tenían ocho o diez años, ahora con veinte y muchos, todo es más complicado. Yo sigo siendo igual de extraña, complicada en algunos casos, pero sobre todo difícil de conocer. La cáscara de timidez nunca se rompe desde dentro, es necesario tener la clave desde fuera. ¿Te atreves a descubrirla?
Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan
A mi me cuesta tener vida social porque soy muy rara, tal vez muy exigente, no sé. El caso es que intentes conservar a esas viejas amigas, aunque cada una esteis en ciudades distintas estudiando cosas diferentes mantened vivo ese lazo que os une aún, que el mundo no es tan inmenso, ni hay realmente tantos como creemos que hay. Basta con saber que estarán cuando las necesites, no? un beso
ResponderEliminarNo hay nada como los amigos de toda la vida. Quizás porque son "culpables" en parte de haber conformado tu personalidad. Comprenden tus rarezas y no hace falta ocultarlas.
ResponderEliminarUn besote
Carmen
está bien eso! jaja :)
ResponderEliminary me gustaría descrubrirla!
un besito :)