Comenzaba a estar cansada. Tras dos tardes de interminables caminatas, de entrar y salir de cada tienda olvidada, llegó a casa con el espíritu fracturado y la autoestima convertida en cenizas. Había que estar preparada: el maquillaje natural resultado de tres horas y dos kilos de potingues sobre su rostro. Todo por parecer natural. No podía olvidar el peinado; debía permacer inalterable cada vez que quitaba y ponía una prenda. Y, lo más importante, el ánimo y las ganas debían estar en su punto más álgido. Todo era necesario para encontrar el vestido ideal; ése que te trasmite seguridad, que te da porte, que te hace sentir una mujer. Porque, reconozcámoslo, cada vez que nos subimos a unos tacones, nos sentimos más mujer, la seguridad se apodera de nosotras y, con suerte, nos sentimos sexy. Es díficil de entender cuan gran valor puede tener una simple prenda, ya sea de mercadillo o de Dolce Gabanna, que nos convierte en aquella que siempre queremos ser.
Nos escondimos en aquel viejo cuarto, tras las escaleras de la segunda planta, después de la sala de ordenadores de los de segundo de carrera, ¿te acuerdas? Dos pares de vaqueros tirados sobre el suelo. Mi camiseta sobre el pomo de la puerta. La tuya, sobre la pila de viejas CPU, de una generación ya olvidada. El aire la ondeaba como la bandera de un barco pirata reclamando su territorio. Golpeaste mi espalda contra la puerta, sujetando con firmeza mis brazos por las muñecas, quedando a tu merced. Me clavaste tu mirada con tal intensidad, que aún hoy sólo necesito cerrar los ojos para sentirla sola para mí. Me susurraste al oído derecho que cerrara los ojos y cuando mis párpados se bajaron sentí tus labios recorrer lentamente mi cuello hasta la clavícula, haciendo estremecer todo mi cuerpo. Tu lengua saboreó mis pezones haciéndolos endurecer. Ibas bajando hacia mi ombligo; tus manos acariciaban las curvas de mi cuerpo. Sutilmente retiraste la última pieza que cubría mi cuerpo, quedan
Parece una tontería,pero esa prenda tiene muchísimo valor,crees que te puedes comer el mundo si la llevas puesta.Hay que ver lo importante que es la imagen para la autoestima,¿eh?
ResponderEliminarLa verdad es que sí. Va inherente a nosotras. Pero lo mal que sienta salir a comprar una pieza en concreto y no traerte nada para casa. ¡Echo de menos las grandes ciudades! ¡Mis cazuelas por unos tacones!
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